lunes, octubre 29, 2007

Cajón.

Guardaba en un cajón sueños rotos. Rara vez abría ese cajón. Pero esos sueños, ya hechos trizas, permanecían. No era consciente pero llevaba esa carga. Ese equipaje de vidas no conseguidas de objetivos no finalizados. Cuando se despertaba la sonrisa no lucía en su rostro. Sólo arrugas y obligaciones se reflejaban en él. Era triste ver como se consumía. Nadie conocía aquel cajón. Sólo veían como aquella pequeña criatura otrora feliz y radiante, se volvía oscura y retraída ante sus ojos.
¡Qué malo es tener sueño! ¡Qué malo es soñar con una vida mejor! Cuando no eres capaz de levantarte de la cama todos los días. Te autoinculpas, autodestruyéndote por dentro. Esa bestia inmunda se come todas tus esperanzas. Y tu sueños siguen guardados en un pqueño cajón que sólo tu sabes que existe.
Ya no es divertido bailar. Ni siquiera te entretienes cuando sonríes ante el mundo con una sonrisa falsa, tratando de hacerlos sentir mejor. Pero tú no te sientes mejor. Y te vas haciendo pequeño y triste y sigues recordando esos sueños guardados en un cajón. Aquellas vidas que ya no conseguirás, aquellas risas que no compartirás.

sábado, octubre 27, 2007

Placer.

Hoy haciendo una tarta ha venido a mi mente otro de mis pensamientos perdidos... Y es que resulta que los sentidos que consideramos menos importantes son aquellos que nos proporcionan gran placer. No es realmente que sean menos importantes sino que los relegamos a tareas en las que no les prestamos atención. La cocina explora y explota estos sentidos. Mientras realizas la tarta todo es cuestión de tacto. La vista ayuda pero no juega un papel importante. Después los olores inundan tu pituitaria. Hacen que diferencies el estado de las cosas y sirve principalmente para avisarte de en que punto de cocción se encuentra el platillo que te hallas realizando. Por último, lo que hace el gordito del cuento, toca comérselo y en ese momento se funden texturas, olores y gusto en tu boca. La boca es un lugar de placer irreemplazable. La gula y la lujuria tienen su pequeño nido en este centro de placer corporal.
Así que la próxima vez que os encontréis en un momento placentero podéis pensar cual es el sentido implicado. Os aseguro que el tacto, el olfato y puede ser que el gusto estén implicados.

jueves, octubre 25, 2007

Sexo.

Rosa leía un libro. El fuego encendido encendía su rostro. Antonio entró por la puerta quedando estupefacto ante su imagen. Ella llevaba un camisón provocativo y las llamas del fuego hacían resplandecer su blanquecina piel. Rosa no se dio cuenta de que Antonio la miraba incrédulo de que aquella única imagen hubiese encendido toda su pasión. Rosa no se había percatado de su entorno y devoraba el libro con ansia. Como cuando se besa por primera vez después del deseo contenido. Como cuando se prueba el jamón serrano cuando se vuelve a España. Y él la deseaba así. Como si la noche anterior ella no se hubiese derretido entre sus dedos. Como si la hubiese descubierto virgen en un oasis de fuego. Rosa era como una diosa épica de un cuento romano o como una deidad de la naturaleza que se presentaba ante él esperando ser devorada y poseída por él. Un héroe que vuelve de la batalla necesita su recompensa. Ella era su recompensa. Ella había conseguido que algo se encendiera en su interior sin tocarlo, sin ser tocada, sin darse cuenta. De repente su pie se movió. Antonio se desplazaba rápidamente hacia ella. Ella por fin se percató de su presencia. Leyó el deseo en su cuerpo. Y su mente se relamió. Soltó el libro, apoyándolo en el suelo. Y sonrió para indicarle que había adivinado sus intenciones. Aunque esa sonrisa encerraba una actitud. Un pequeño reto. No le sería tan fácil. Tendría que ganarse los favores de la dama. Que lo esperaba en el sofá con un ligero camisón que acabaría en el suelo.

Él.

Ahora él se había ido. No podía creerlo. Se había negado a aceptarlo. Ella siempre había sido fuerte. Siempre, ante el mundo había aparentado ser de hielo. No importaba cuan dura fuese la decepción siempre parecía que hubiese ensayado la sonrisa por si pasaba. Pero ahora él no estaba. Él era su corazón. Él era quien siempre había cuidado de ella. Él siempre había sujetado su mano, incluso en los momentos en los que ella se había negado a quererlo. Pero ya no estaba. Y no volvería. Y tenía que aceptarlo. Lo había enterrado pero aún no podía creerlo. Aún no podía mirarse al espejo y verse sin que se reflejase su rostro en su mirada. Él ya no estaba. Ella creía estar preparada para todo. Ella intentaba seguir moviéndose en contra de lo que su cuerpo pedía, de lo que su mente anhelaba. Ella necesitaba un abrazo y había abrazos pero no el que ella necesitaba. No podía explicarlo, él era su hogar. Él era como volver a casa. Había intentado echarlo millones de veces, porque temía no poder vivir sin él. No ser lo bastante fuerte. Y ahora él no estaba. Habían conseguido lo que pocos consiguen. Habían conseguido seguir juntos y crecer juntos. Habían logrado amarse más allá de las pequeñas manías del otro. Ella sabía que se lo debía a él. Que de él era el mérito de su amor. Y no porque ella no le amase, sino porque ella era incapaz de reconocer que lo necesitaba. Porque ella era capaz de autodestruirse. Ella sabía que él la había amado por encima de él mismo. Él siempre actuaba como si tuviese miedo de perderla. Como si él supiese que era un ave salvaje a la que había encerrado en una gran jaula. Como si pensase que ella encontraría en algún momento la manera de escapar. Como si él siempre estuviese dispuesto a seguirla y a hacer su jaula junto a la de ella. Pero él nunca había pensado en qué haría el pajarito en la jaula sin que él estuviese ahí. Y ahora él no estaba.
No sabía por qué esa mañana era diferente. No entendía que le impedía moverse. Hasta ahora siempre que se había obligado había conseguido continuar moviéndose y había creído en la teoría del movimiento perpetuo. No llegaba a comprender como el olor de él la había despertado. Era un olor profundo. Ese olor que solo perciben los enamorados. Ese olor que le recordaba su adolescencia, su juventud, toda su vida. Ese olor que era su hogar, su mente, su corazón, su lugar en el mundo. Ese olor que la definía. Ese olor que la hacía completa. Pero él no estaba. No se había ido voluntariamente, no la había abandonado, aunque ella se sintiese así y lo culpase por no estar. Él sólo había muerto. Dejándola en un plano diferente. Dejándola como nunca había sabido estar. No sabía estar sola. Pero él nunca se había dado cuenta de eso. No sabía que hacer si no podía llamarle. Si no podía oirle decir que todo saldría bien. No podía salir de la cama. Y no es que no hubiese ofertas de diversión, sólo que sin él ella no sabía divertirse. No podía esbozar esas sonrisas por las que él contaba chistes. No sabía cuanta azúcar le hacía falta al café. No sabía acariciar si no estaba su torso desnudo a su lado. ¿Serían las sábanas que aún olían a él? Había oído la puerta. Sabía que alguien había entrado. Había apagado el teléfono. No había llorado. No sabía llorar sin él. No recordaba las palabras que en otros momentos habían hecho que su vida tuviese sentido. Alguien intentaba consolarla. Pero ella tenía la mirada perdida de algún lugar de la habitación. Todavía oía su respiración, podía escuchar su corazón latiendo si se concentraba. Pero no escuchaba a alguien que revoloteaba por su piso intentando sacarla de la cama.

Aprender.

- Las musas me han abandonado- dijo y no miró atrás. Tras tanto éxito ya no podía escribir. Ya no quería escribir. Ya no salían hermosas palabras de su pluma. Hacía ya tiempo que no era una pluma. - Las musas me han abandonado.- Sentenció. Y una sonrisa pícara asomó en sus labios.
Lucía que lo miraba atónita creyó intuir que él lo había deseado. Lucía tenía a Anna en su regazo. Anna no entendía muy bien la situación pero respondió con una carcajada. A los 13 meses no hay muchas maneras más de expresarte.
- Pero papá... - Respondió Lucía que no terminaba de entender a santo de que venía aquello.
- Que bonita que eres Anna, tú si que me entiendes- Dijo él. Parecía inmune a las quejas de Lucía.
Lucía no podía imaginárselo sin escribir. No podía imaginar que Sebastián no siguiese su ritual matutino. Hacía el café y proseguía su camino hacia aquel rincón en el que había pasado más de la mitad de su vida.
- ¡¡Papá!! Vuelve a la realidad. Tú eres incapaz de estar sin escribir más de 10 minutos. Es como el aire que respiras o las tartas para un niño.
- Pero que quieres que haga hija... las musas me han abandonado. Se han ido a conquistar cabezas más jóvenes con nuevos sueños.
- Pero y ¿qué pasa con tus sueños?- Respondió Lucía que no sabía que decir.
- Lo único que quiero hacer en este instante son llevarme a Anna al parque y disfrutar mientras crece.
- Muy bonito papá... pero tú vida es escribir...- Dijo Lucía con un poco de envidia por todo el tiempo en el que no la había visto crecer. A pesar de ello sonrió. Y era una sonrisa sincera y cariñosa, como la madre que entiende que su hijo servirá para complacer las frustraciones de alguien que se ha dado cuenta lo que ha perdido.
- Ahora mi vida es la pequeña marmotita que juguetea sobre tu regazo. ¿Verdad que sí? - Dijo mientras levantaba a Anna. Anna se rió. Lucía ya no pudo apartar su mirada de la extraña pareja. Ya no pudo replicar. Sabía que las musas volverían pero quizás su padre ya no las escuchase como hasta ahora. Ya no absorberían su mente.

miércoles, octubre 24, 2007

Cursillo de lengua...

Hoy, bueno ayer o el lunes, oí la palabra verborragia... me sonó extraña y creía que era una inventada de esas que a veces te encuentras por el mundo... pues nada más lejos de la realidad...
Pues a lo que ibamos, verborragia es verbosidad excesiva... y si buscas verbosidad es abundancia de palabras en la elocución. Por lo tanto verborragia es abundancia excesiva de palabras en la elocución. No sé me llama la atención que la abundancia sea excesiva. La abundancia siempre ha sido buena, siempre se pide abundancia. ¿Algo bueno puede ser excesivo? No lo tengo muy claro. Bueno pues esto ya es verborragia porque no estoy diciendo nada... Simplemente desvarío.

domingo, octubre 21, 2007

Silencio...

Odio el silencio. La falta de tristeza, la falta de llanto, la falta de vida. No soporto el silencio. Esa ira contenida que surge en mi interior. No aguanto el silencio, esos te quiero que se quedaron sin decir. Esos reproches que no surgieron por no ser el momento. Esa cortesía silenciosa que me obliga a callar cuando no quiero. Esas lágrimas que se niegan a recorrer mi rostro. Odio el silencio. No soporto que no estés a mi lado. No quiero aguantar tenerte a mi lado en este momento. Te llamo. Intento romper el silencio pero parece que las palabras no asoman por mi garganta. ¿Me oyes gritar? Me vuelve loca este silencio. Esta nada suspendida sobre mi. Esta frustración que viene de ningún lugar. Y sé que te quiero. ¿Te dije ya que odio este silencio? Este no poder llorar porque no puedo. Este no poder gritar porque no puedo. Este no saber porque hay vacío dentro de mi. Vacío, eco, silencio. Odio este silencio. ¿No me oyes? ¿No lo entiendes? Por favor, rompe esta nada en la que me ahogo. No sé como sobrevivir. No quiero este vacío, esta frustración, esta melancolía que me invade. Odio este silencio.
Odio el silencio. La falta de alegría, la falta de ruido, la falta de vida. No soporto el silencio. Me gusta la lluvia porque rompe el silencio. Cuando mi mente despierta relajada y oye su sonido, ese pequeño instante en el que sólo se oyen los sonidos de la casa, el viento azotando contra las ventanas. Después oigo tu aliento, acompasado, lento. Cierro mis ojos y vuelvo a dormir. Una sonrisa alumbra mi rostro. No hay pesadillas, no hay silencio. Sólo el suave murmullo de vida que nace de ti. Me relaja. Me tranquiliza. Me hace feliz.

miércoles, octubre 10, 2007

I miss you.

¿Por qué I miss you expresa mejor lo que siento en este momento? Te echo de menos no tiene la misma carga no es tan de dentro, es más largo. No expresa la urgencia con la que mi cuerpo necesita al tuyo. No expresa que quiero oir tu corazón mientras me ttumbo en tu pecho. No expresa el abrazo que debería sentir ahora mi piel. No expresa para nada lo que en este momento echo de menos. I miss you es más poético, es más candente, es más vehemente y al momento lánguido y suave. I miss you te acaricia como un pañuelo de seda y penetra en tu alma dejando esa sensación melancólica de morriña. Ese tacto que sientes pero ya no está. Ese beso que se quedo colgado de tus labios pero desapareció horas atras. I miss you... I miss you. Porque no te echo de menos sino que I miss you. Necesito que ese beso sea ahora y no luego. Necesito sentir tu abrazo en mi cuerpo mientras me duermo. Necesito meterme debajo de la sábana y saber que estarás cuando despierte. Y ver tu sonrisa, esa sonrisa que I miss. Que perdí en un rincón pero aun recuerdo. Esa mirada aun latente en mi retina. Y no te echo de menos porque mis ojos todavía no lloran pero mi alma miss you. I miss you... I miss you... I miss you... I love you...

Psicología barata...

Acabo de ver un documental que intentaba explicar la creatividad. Si tenemos en cuenta que no estoy muy segura de que eso se pueda explicar si he visto ciertos patrones que ocurren en personas que conozco y me he visto identificada en cosas que se han dicho. Yo a veces tengo la compulsión de escribir. Esos pensamientos que yo llamo mis pensamientos perdidos normalmente son momentos en los que estoy haciendo algo y si no me reprimiese saldría corriendo a escribirlos en alguna parte para que no se me olvidasen. Siempre digo que no se me olvide que no se me olvide y a menudo se me olvida. A veces me obsesiono con esas cosas. Con cosas pequeñas como una chica pelirroja (de pelo naranja) vestida de naranja. Y después me obsesiono con conversaciones, situaciones o pequeños detalles a los que nadie dio importancia. Procuro y he aprendido a controlarlo. De pequeña me costaba muchísimo dormirme porque no podía parar de pensar en una conversación y darle vueltas en mi cabeza. Ahora me obligo a olvidarlo. Si ha sido algo traumático para mi lo puedo revivir años y sigo sintiendo la misma emoción. Es extraño. Además suelen ser sensaciones que me cabrean y gruño un poco. Por eso suelo decirles a los psicólogos que soy obsesiva pero nunca me creen. O emocionalmente inestable pero tampoco se lo creen.
También relacionaba la creatividad con las personas que no tienen bien configurados sus filtros de percepción. Que perciben de más y esto les bloquea. Eso me ha hecho acordarme de jPod, el libro de Douglas Coupland. En él se habla de pequeños autistas que son personas brillantes que tienen uno de sus filtros de percepción mal configurado y comportamientos que a nosotros nos parecen normales pueden llegar a bloquearlos. Yo conozco gente así. Y me divirtió leerlo. Se estresan por un abrazo, demasiada información a través del tacto, o incluso a través del oído o el olfato. Se caracterizan por ser seres especialmente irritables y bastante creativos, si descubren como sacarlo, sino se vuelven personas estresadas y tristes.
Si algún psicólogo quiere estudiarnos a mis amigos y a mi que lo diga... Yo los convenzo.

martes, octubre 09, 2007

Cambios

Es muy extraño. Ahora resulta que me esta cambiando el color del pelo. No es que me disguste... nada más lejos de la realidad, sólo me parece extraño. De hecho está tomando un tono cobrizo bastante sexy y tiene más matices, cosa que le da vida. Pues resulta que yo era morena de pelo, y cada vez se me oscurecía más... Cosa bastante típica cuando uno se hace mayor. Pero ahora le ha dado por aclararse. Tanto que tengo un pelo de cada color, pero tienden al castaño claro y al rojizo. Es realmente extraño. ¿Será cosa de hormonas? ¿Será que mi cuerpo se aburre y decide cambiar? Quien sabe...
Además cada vez el color de los ojos se me hacía más claro, cosa que también sigue pasando. Así que si algún día me vuelvo pelirroja de ojos verdes no os extrañéis que parece que son cosas de crecer.
Lo único que se me oscurece es que cada año consigo un tonito más moreno. Algunas personas empiezan a notar la raya del biquini... Todo son ventajas :P

Manias

A zon le pone nervioso que yo cuando leo por internet subrayo el texto que estoy leyendo. No sé es una costumbre adquirida a la que yo no le daría mayor importancia si no le viese ponerse de los nervios cada vez que lo hago. No lo hago a propósito, es más bien algo inconsciente que me sirve de apoyo...
Yo tengo millones de manías pero a veces me divierte comprobar que no soy la única persona en el mundo a la que le ponen de los nervios pequeñas cosas que hacen los demás :)

lunes, octubre 08, 2007

Anna

Anna estaba emocionada. Era su primer día. Ya había escogido el vestido que se iba a poner. Conocería mucha gente nueva. Se divertiría. Aprendería nuevas cosas. Estaba contenta y a la vez la inundaba ese temor que uno tiene a las nuevas experiencias. Todavía no se podía creer que por fin hubiese llegado. No podía estarse quieta. Su madre corría detrás de ella diciéndole lo que tenía que hacer. Anna se enfrentaba a su primer día de colegio y su madre todavía lo estaba asimilando. No podía ser que estuviese creciendo tan deprisa. Su madre tenía más miedo que ella, y no estaba contenta. Más bien tenía una nota de melancolía en la voz mientras le peinaba el pelo y le decía que a las 5 la iría a recoger.
Anna había escogido su vestidito naranja, a juego con su pelo. Era el vestido favorito de Anna. Anna no podía estarse quieta. Y comentaba en voz alta todo lo que se le pasaba por la cabeza.
-¿Y quién estará allí?... Mama, ¿tú estarás allí?... ¿Y me dejarán pintar?... ¿Y cómo se llama la profa?¿Cuántos niños habrá?... ¿y tú dónde vas a estar?... ¿A que es bonito mi vestido?... NO QUIERO GALLETAS... - Decía mientras su madre intentaba responderle y darle el desayuno para que no llegase tarde.